La conocí en una taberna berlinesa una fría noche de Octubre. La barra estaba inundada de jarras medio llenas o medio vacías y un apestoso olor ascendía hacía mi cabeza como si se tratara del ciclo de la evaporación.
- ¿Puedo ayudarte en algo?
En seguida comprendí que aquella pregunta sobraba, nunca tendría respuesta, estaba mal planteada antes de pensarla, antes incluso de haber nacido.
La muchacha estaba descalza, cubría su cuerpo un ligero vestido de seda...Unos ojos grandes, expectantes como los de un recién nacido y una boca manchada de carmín barato que se abría y se cerraba sin emitir sonido alguno.
No había sido un buen día, mi compañera se había hartado y cogió el primer tren hacia Francia, nunca supe más de ella, seguramente comenzó a trabajar en algún prostíbulo cantando alabanzas al oído de algún pecador...alabanzas o algo de Edith Piaf.
(Continuará...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario