2.9.05

El ladrón de musas IV

De rodillas, suplicando a la misma Venus por mi vida, por un roce de la seda que cubría su desnudez. Humillado por su mirada.
Los ojos ya no veían. Solamente el ruido del fuerte latido de mi corazón se escuchaba, la banda sonora perfecta para aquellas películas que ponían en el cinematógrafo de Saint Dennis.
Ese era mi recurso en las noches solitarias, perderme en las calles de París en busca de sexo barato dentro de aquel recinto oscuro. Ahora, en Berlín todo era distinto, la atmósfera carecía de la mediterraneidad de la capital francesa.
Una arcada me devolvió a la realidad.
Tumbado en el suelo, lleno de vómito y de orina suplicaba compasión hacia ella...ella...
Desapareció, suave como su voz se deslizó sin que supiera reaccionar ante su retirada. Estaba solo, solo y mojado por ella.

Continuará...

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