Aquel verano la moda eran las capas rojas y es que Christopher Reeve ponía fín a su andadura como hombre de acero y decidía abandonar al personaje, el boom fue inmediato y todos corríamos a pedir a papá y a mamá la compra del maldito disfraz.
El joven Diego enamorado de aquellas letras azules que daban paso a las aventuras del superhéroe iba contento, emocionado y ansioso apretando la mano de su madre, perdiéndose por las calles de la entonces gris ciudad.
La sorpresa vino cuando el traje excedía del precio calculado.
- No te preocupes la yaya lo hará.
Inepta, pensó el niño Diego, ¿cómo va a poder hacer la abuela un traje de superman?
El berrinche fue mitológico pero finalmente la yaya cumplió su palabra y el niño Diego fue superhombre al menos durante aquel verano de 1987.
La fiebre continúo varios años, las consecuencias varias. En el edificio rojizo, más concretamente en el sexto piso, se tuvieron que poner rejas en las ventanas. El "egipcio" amenazaba a sus padres con saltar por la ventana sin miedo al aterrizaje, por A o por B aseguraba que volaría.
Cuánto daño nos hicieron aquellas películas.
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