Recuerdo con cariño mi primer encuentro con el chamán Jato Kerensky, un fórnido ruso formado en el ejército rojo y que por azares del destino terminó con sus huesos en pleno Sahara. Dicen (se encargaba de afirmarlo él mismo) que aprendió el arte de fornicar con las arenas del Templo de Ashjith, que miles de escarabajos reclamaban su paternidad, que el gran maestro Suyum le enseñó a transformar cualquier materia en oro, de ahí le vino el apodo "Jato el Midas".
La primera vez que coincidí con el brujo yo andaba perdido, buscando con mi brújula el punto de encuentro con la expedición arqueológica que había contratado mis servicios, por aquel entonces era buscador de agua, creo que el mejor buscador de agua que nunca existió. Vi una sombra, alejada, dos o tres dunas al Suroeste; en un abrir y cerrar de párpados el brujo se presentó ante mí, poderoso, casi horrible. Con temor le supliqué clemencia, con amor el tomó mi mano y seguidamente frotó con ella sus abultados genitales. Poco a poco sentí como mis dedos se volvían brillantes, dorados. La sangre dejó de correr y el color amarillo paró de repente. Por el peso mi mano se desprendió de mi cuerpo, sin dolor físico.
- Ahora cambia en ese poblado tu mano por un camello y sigue la dirección de la estrella Shemirna.
A los tres días y tres noches llegué al punto de encuentro. Una voz en el horizonte dijo que nos volveríamos a ver...
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