5.9.11

New York, New York (Capítulo III - Harlem)


Domingo. Todos a ponerse sus mejores galas y a ir a misa con una sonrisa en la boca. ¿Todos? No, un intrépido grupo de turistas decide plantarse y callejear por Harlem alejados del “guirismo”. En realidad fue que justo dos personas por delante nuestra cerraron el chiringuito anabaptista por un sold out en toda regla. Allí fue donde presenciamos el asqueroso espectáculo proveniente de un grupo de andaluces (sic) que lejos de salir de las pautas que marca el garrulismo más garrulo decidieron que una anciana arregladísima para ir a misa y negra toda ella fuera el objeto de sus flashes (¿hola? ¿En serio pensaban que se tomaría bien salir en una foto sin preguntar?¿eran tan racistas que consideran a los negros arreglados animales de un safari? En fin…). Asqueados por un lado y disgustados por no entrar por el otro decidimos perdernos por las calles de Harlem a encontrar alguna Iglesia más familiar pues se comentaba que la Iglesia más cercana estaba a dos manzanas pero resulta que ésta era católica y para ver misas sin coro góspel ya tenemos nuestro país que entenderemos algo más.

Encontramos nuestro sitio o nos encontró él. Una pequeña iglesia anabaptista no muy alejada al norte del norte nos sirvió como refugio. Todo el mundo es bienvenido rezaba el cartel y claro no íbamos a ser nosotros menos. Asistir a una misa de domingo es algo raro, por un lado te sientes un poco extraño ya que éramos los únicos cuatro blancos y los únicos que no controlábamos el idioma. No obstante cuando descubrimos que su “eimen” significaba Amén y no Ey Man! Nos metimos de lleno en el cotarro cantando hasta el “Leave it there”. Llegó el turno de los turistas y unos por no entender y otro por un canguele repentino no anunciamos nuestra visita al pastor, no obstante todo fueron atenciones por parte de los parroquianos, unas voces alucinantes y un director del cotarro con bastante tino. Supongo que cualquier otra iglesia ofrece un espectáculo más turístico pero en nuestro nidito familiar nos sentimos como en casa.

Después pudimos ver la fachada del magnífico Apollo (me quedé sin la noche amateur que quería ver pero bueno), la plaza dedicada a Adam Clayton y por último degustar fantástica comida típica americana fuera de hamburguesas y perritos. Por la tarde decidimos poner rumbo al Museo de Historia Natural (sí, el de Noche en el Museo). Como Museo no tiene mucho sentido pues son todo recreaciones pero el poder ver esqueletos de dinosaurios o una ballena colgada a tamaño real ya merece la entrada (que por cierto pagas lo que te da la gana, no hagáis caso de los carteles).

Para finalizar tengo que hablar de las cervezas porque mi pareja y yo decidimos coger unas magníficas latas de 750 ml. El Alcohol en NY es caro de cojones y tiene mil y un impuestos así que la opción supermercado y hotel es la más razonable para los amantes del zumo de cebada. Muchos de los hoteles tienen máquina de hielo y cubitera con lo que mantener el frío de las latas es posible. Hasta aquí el capítulo resumido de hoy, en mi siguiente vida pienso ser una anciana negra de Harlem.

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