Desde hace unos cuantos no me hace especial ilusión cumplir años, no obstante la cifra y las circunstancias hicieron que el 20 de Agosto me sintiera especial. Por un lado ya no podía ser un músico maldito del club de los 27 (no iba a quitar protagonismo a la pobre Amy) y por otro estaba en Nueva York. Como petición especial dirigimos nuestros pasos a East Village, la cuna del punk de los 80 y donde reside el CBGB, club mítico de la nueva ola ahora convertido en una tienda para ultra-modernos ricachones. Las paredes siguen inundadas de carteles de la época pero, obviamente, cualquier tiempo pasado fue mejor para el lugar. East Village sigue manteniendo la esencia de la música con tiendas de vinilos (donde conseguí joyas a buen precio), peluquerías extravagantes y demás recintos ociosos y culturales. Allí fue donde vimos a nuestro primer loco: el loco de la guitarra. Un pobre diablo con un “magic hat” que tocaba una guitarra eléctrica sin enchufar entre el tráfico, en cualquier otra ciudad hubiera durado dos minutos, en New York es el rey de su calle.
De East Village nos dirigimos a la descomunal Chinatown. Olviden la Chinatown de Londres, la de NY ocupa como media Zaragoza y salvo las banderas americanas todo lo demás te transporta al Oriente más oriental. Nos sumergimos en sus calles y dimos con la Plaza de Confucio, un residencial para asiáticos (más de cincuenta pisos) en cuyo patio celebran actos festivos. Ser el único occidental en una plaza abarrotada de chinos y no sentirse discriminado es una sensación muy agradable, en Harlem pasaría lo mismo. A pesar de tanta amabilidad decidimos comer en Little Italy que no es ni la sombra de lo que fue. Una calle repleta de restaurantes y de tiendas de recuerdos (¿I love Mafia? -sic-) hace que pienses realmente que el espacio sobra en la ciudad, totalmente prescindible y por la comida no preocuparse, hay mejores restaurantes italianos en España.
En una ciudad como Nueva York te das cuenta de la importancia que tienen los concursos de deletreo para los americanos, y es que en sitios como Starbucks donde tu pedido depende de tu nombre puedes echarte unas risas (Leticia=Latixa, Lidia=Limia, Diego=Deigo…). El café en NY es una auténtica ponzoña aguada por lo que la visita a Starbucks es obligada para los más cafeteros. Por Internet no preocuparse porque todas las tiendas disponen de WIFI gratuito o incluso puedes conseguirlo por unos 10 $ al mes.
Finalizamos nuestro día con una visita al SOHO (personalmente me quedo con el de Londres) y otra a la zona de la calle Perry conocida por tener los edificios que aparecen en series como Friends o Sex in the city. Capítulo aparte merece uno de los habitantes del edificio de Carrie Bradshaw que con su moral americana denunció el estar harto de que los turistas se hagan fotos en los peldaños de su portal (pero claro si dejabas un dólar para la beneficencia canina estaba tan encantado, por supuesto no pagamos pero hicimos la respectiva foto guiri). Por último visita a la orilla del río Hudson y descanso en sus céspedes artificiales. Puedes pensar que comer en NY engorda pero si te metes pateadas dignas y callejeas por las vías secundarias no sólo harás ejercicio sino que descubrirás cositas como la tienda Magnolia (excelentes cupcakes).
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