Nueva York, la capital del planeta Tierra. Destino pretencioso donde los haya y, últimamente, muy de moda para los pudientes (y los que no lo somos). No nos engañemos, sigue siendo una ciudad con apenas doscientos años por lo que su historia únicamente rasca la era contemporánea y todo lo que los nativos americanos y los europeos pudieran aportar (nada bueno en el último caso). Nueva York es la ciudad del consumismo y este tema quedó claro desde mucho antes del viaje, el dólar está por los suelos por lo que las compras son apetitosas, no obstante a cada precio debemos de sumarles las tasas por ciudad y por estado y se te queda en el mismo valor en euros, vamos que hay que andarse con bastante ojo.
Antes de comenzar este pequeño desglose de mi (nuestro) viaje por la Big Apple debo de dejar constancias de ciertos aspectos de gran interés (fijo) para el lector. Una de las primeras cosas es la elección del avión, tengan en cuenta que van a ser ocho horas de su vida encerrado en un monstruo metálico, escojan bien la compañía. En nuestro caso Continental ofrece servicios de comida, cena, desayuno y bebidas a casi todas las horas del vuelo (mejores o peores pero comidas y bebidas al fin y al cabo). Además toda la flota cuenta con una pantalla en la que puedes escuchar a tus grupos favoritos (Nirvana, Foo Fighters, Radiohead, Elvis…), ver películas (algunas recién estrenadas en los cines españoles pero con la pega de que o no tienen subtítulos o están dobladas por latinos –ya tú sabes güey-). Por lo demás el viaje de ida se convirtió en algo ameno que hizo que abandonara definitivamente la lectura de La Catedral del Mar, el viaje de vuelta sería otro cantar pero lo describiré más adelante.
Otro punto que considero importante de comentar es el de los wáteres, al contrario que los españoles (todos los conocemos) y los alemanes (en éstos puedes ver a la perfección todo lo que sale de tu cuerpo debido al llano antes de la precipitación), los americanos tienen todo lleno de agua por lo que es más fácil que la maldad del cuerpo desaparezca sin rascar (ojo que no hay escobillas pero sí desatascadores en los baños). Lo malo de todo ello es la salpicadura…lleven toallitas de bebé, les será muy útil. Nueva York está llena de olores (hot dogs, fritangas varias, vagabundos con olor a yogurt de fresa podrido, alcantarillas…) y de colores (negros, blancos, amarillos, judíos, musulmanes, católicos, evangelistas…) por lo que caminar por sus calles y avenidas resulta bastante curioso para el guiri español poco acostumbrado o simplemente estúpido racista (más adelante contaré el episodio de los sevillanos en Harlem).
El Metro es peor que los que conozco en Europa. Nada más bajar las escaleras una bofetada de calor sacude tu rostro y tu cuerpo. Insoportable. Mal olor, mucho sudor y pocos músicos ambulantes, cosa que me extrañó bastante. Al subir al vagón todo cambia y es un frío helador el que recorre tu cuerpo. Salvo este cambio de temperatura (los yankees son amantes del aire acondicionado ya sea en restaurantes, bares, tiendas o iglesias, te jodes de frío igualmente) el metro funciona correctamente y es barato (7 días, 29 $, unos 24 eurillos).
Por último debo de realizar una especial mención al tráfico de Nueva York. No existe ninguna organización, reina el caos y tanto conductores como peatones lo saben, amén de los ciclistas y los patinadores. Todo se resuelve con un ”fuck you motherfucker” o un “get the fuck off, stupid”. No hay barrera para el idioma, también puede salir del paso con un “gilipollas” o con un “grandísimo hijo de la chingada”. Así es New York y así se lo voy a comentar, desde una perspectiva única y nada objetiva.
Continuará...
3 comentarios:
Esperaremos más fotos y más comentarios para los que queremos ir algún día por esas tierras.
Me has despertado unas cuantas sonrisas, espero la continuación.
Dejas más interrogantes en las entradas que preguntas sin resolver la serie de Lost... espero que no acabes como ella.. jeje...
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