Luego vendría el problema del sonido, unos vaivenes que hacían que el
ruido, ya de por si molesto, de la gente que tiene el postureo por
bandera se haga insoportable. Tal vez entendieron mal el título de la
última grabación del gallego (Confesiones de un artista de mierda) y
quisieron ponerse a la altura del nombre (ejem). No obstante el
concierto, que a priori pillaba un poco a desmano pues no hace mucho de
la gloriosa última visita de los hermanos Ferreiro, resultaba tan
tentador que era imposible no dejarse caer. [Leer la crónica completa]
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